EUROPA PRESS

10 julio 2013

 

 

Fumar agrava el envejecimiento de la piel provocado por la exposición al sol

 

Fumar agrava el envejecimiento de la piel provocado por la exposición solar, según han advertido los expertos con motivo del comienzo del periodo vacacional. Y es que, el aire contaminado por el humo del tabaco tiene un efecto perjudicial en el aspecto de la piel y, muy especialmente, en el caso de las mujeres.

 

 

Esta mayor sensibilidad de las féminas, según aseguran expertos de Pfizer, se debe a que dan caladas más largas, aumentando con ello la entrada de monóxido de carbono, y tienen una piel más delicada que la de los varones.

 

Concretamente, las consecuencias de la nicotina sobre la dermis se dan en una doble dirección. Por un lado, eleva los niveles de vasopresina (una hormona que estimula la contracción de las fibras musculares), aumentando con ello la presión sanguínea, reduciendo la producción de estrógenos y la absorción de vitamina A y alterando los niveles de colágeno y elastina, de manera que acelera el envejecimiento cutáneo. Por otro lado, al limitar el flujo sanguíneo también impacta negativamente sobre la cantidad de oxígeno y otros nutrientes esenciales que "alimentan" a la piel.

 

Por todo ello, en 1985 el doctor Douglas Model acuñó como término el 'rostro del fumador', aludiendo a las características faciales que delatan a las personas que llevan fumando más de 10 años. En ellas se percibe a simple vista que fumar favorece la deshidratación y la atrofia cutánea, resta luminosidad al aportar un tono grisáceo y manchas de color púrpura y contribuye a la aparición de vello y arrugas más marcadas, sobre todo las conocidas como "código de barras" en los labios debido a su contracción para fumar y en el contorno de los ojos como consecuencia de entrecerrarlos repetidamente para evitar la entrada de humo.

 

Además, en las personas fumadoras se ha detectado una pigmentación amarillenta en dedos, dientes e incluso cabello y también se han apreciado más problemas de cicatrización y alteraciones en la respuesta inflamatoria de la piel.

 

Asimismo, el consumo de tabaco perjudica también al cabello, volviéndose más fino y acelerando su caída. En este sentido, existen varios estudios que muestran que la calvicie es también una de las consecuencias del tabaquismo ya que las sustancias procedentes del humo que se inhala y que llegan a través de la sangre impiden el correcto funcionamiento del folículo piloso y, por tanto, la formación de nuevo cabello.